Breve historia de la veneración de José

El 13 de octubre de 1917, ocurrió el probablemente mayor milagro de toda la historia de la Cristiandad. Durante la última aparición de Nuestra Señora en Fátima, más de 30.000 peregrinos fueron testigos del famoso “Milagro del Sol en Fátima”: Después de una intensa lluvia durante el entero día, la oscura capa de nubes repentinamente se rasgó y permitió al sol brillar en todo su esplendor. Este comenzó a girar y a “bailar” sobre su eje, brillando en todos los colores y emitiendo coloridos destellos de luz. La gran multitud — entre la que se encontraban muchos no creyentes y representantes de la prensa profana que habían acudido por pura curiosidad o simple sensacionalismo — se arrodilló, sobrecogida por este milagro celestial que Nuestra Señora había anunciado un mes antes, y muchos se convirtieron.

Este milagro, que marcó el punto culminante de las apariciones de Fátima, ocurridas el día trece de cada mes de mayo a octubre de 1917, es famoso y, por tanto, conocido por muchos. Sin embargo, casi nadie sabe que, al final de este tremendo milagro, san José también apareció. Santa Lucía, una de las tres niñas videntes, describe así la aparición de san José:

“Después de que la Virgen desapareciera en la lejanía infinita del firmamento, vimos entonces, junto al sol, a san José con el Niño Jesús y a la Virgen vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño Jesús parecía bendecir al mundo con un gesto de la mano en forma de cruz. Poco después esta visión desapareció y vimos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora. Nuestro Señor bendijo al mundo justo como San José lo había hecho antes”.

More than 30.000 people witnessed the Miracle of the Sun of Fátima on 13 October 1917

La forma de esta aparición es muy característica de san José. Aparece en el clímax solemne de todas las apariciones, se presenta como cabeza de la Sagrada Familia y bendice paternalmente al mundo entero. Su papel difícilmente podría ser más significativo y de mayor peso. Sin embargo, su aparición dura muy poco tiempo y así parece discreta en comparación con las apariciones de Nuestra Señora, que duran mucho más. En comparación con los mensajes detallados de Nuestra Señora, él permanece completamente silencioso durante su aparición y pasa a un segundo plano ante la bendición que otorga. Por eso, no sorprende que pronto fuera olvidado por muchos y que casi nadie piense en san José cuando se mencionan las apariciones de Fátima.

Esto ya ocurría a lo largo de la vida de san José en la tierra. Él pasa a un segundo plano detrás de Jesús y María y suele aparecer en las Sagradas Escrituras sólo como un acompañante silencioso. Sin embargo, es el cabeza de la Sagrada Familia. En la santa casa de Nazaret era el “señor de la casa”. No sólo la Virgen le obedecía, ¡incluso Jesucristo mismo, el Hijo unigénito de Dios, le fue obediente cuando era niño y adolescente! Desempeñó la tarea única en la historia de la salvación de formar la naturaleza humana del Salvador. Jesús, quien en cuanto hombre encarnó todas las virtudes, las aprendió a través de la educación de san José. Qué santidad infinita, qué responsabilidad sobrecogedora tuvo san José... ¡y qué humildad! No se impuso, sino que se quedó por detrás y trabajó en secreto. Esto no ha cambiado ni siquiera después de su santa muerte. En la historia de la veneración de los santos, ocupa un lugar secundario, incluso si es el más grande después de Nuestra Señora. En la mayor parte de los últimos 2000 años, este gran santo ha permanecido oculto.

Eine der Ausnahmen bildete das Jahr des hl. Joseph, das die Kirche vom 8. Dezember (Mariä Unbefleckte Empfängnis) 2020 bis 8. Dezember 2021 gefeiert hat. Während dieser Zeit stand der hl. Joseph im Mittelpunkt des öffentlichen Lebens der Kirche, der Heilige Vater widmete ihm mit Patris Corde ein Apostolisches Schreiben und weltweit wurden ihm zu Ehren zahlreiche Feierlichkeiten, Andachten, Vorträge, Konferenzen und vieles mehr abgehalten.

Este sitio web es un fruto tardío del Año de San José. Nuestra intención es conservar y transmitir algo del esplendor de este año. Con muchos otros creyentes, compartimos la convicción de que hoy es el “tiempo de san José”, pues Dios y el mismo san José quieren que salga de la oscuridad y se manifieste abiertamente. Echemos primero un vistazo a la historia de su veneración, que solo desde reciente y lentamente se ha desarrollado. De este modo, podemos comprender por qué san José ha ido a la zaga de muchos otros santos en la veneración hasta nuestros días, y por qué precisamente por ello su gran santidad resplandece con mayor claridad. Así también comprenderemos finalmente por qué es todavía hoy un gran ejemplo para nosotros y por qué la milenaria llamada “Ite ad Joseph!” - ¡Vayan a José!” ha sido especialmente pronunciada para nuestro tiempo.

Como ya hemos indicado, en san José veneramos al santo más grande después de la Virgen, porque, aparte de la Virgen, ningún otro ser humano se ha unido tan íntimamente a Dios y ha participado tan directa y activamente en el misterio de la Encarnación.

Irónicamente, justo por eso san José quedó y debía quedar en un segundo plano en la Iglesia primitiva. En efecto, durante los primeros siglos, la Iglesia tuvo que enfrentar muchas herejías que, de un modo u otro, negaban la verdadera divinidad de Jesucristo. Los primeros concilios se esforzaron por definir sin lugar a dudas la relación exacta del Hijo de Dios con Dios Padre. Era particularmente difícil explicar la verdad infalible de la fe de la verdadera humanidad y divinidad de Jesucristo al tiempo de excluir con seguridad los malentendidos.

La mayor y más peligrosa herejía de la Antigüedad fue el arrianismo, que negaba la divinidad de Jesús; este movimiento, que se remontaba al sacerdote alejandrino Arrio, veía en Jesús un ser semejante a Dios muy cercano de Él, pero negaba la divinidad propiamente tal de Jesús y su consustancialidad con el Padre, como entonces definió dogmáticamente el primer Concilio de Nicea (325 d.C.) y todavía se reza hoy en el Credo (“consubstantialis patri”; es decir, “consustancial al Padre”). Solo el pasar de muchos siglos borró los últimos restos de esta falsa doctrina, la cual persistió duraderamente entre los pueblos germánicos.

¿En qué afecta esto a san José? En el contexto de afirmar la divinidad de Jesús contra los falsos maestros, la veneración del padre humano (nutricio) de Jesús podía dar lugar a malentendidos. Al menos en la misión extendida entre los pueblos paganos fuera del Imperio Romano, especialmente los pueblos germánicos, habría causado al inicio confusión que al mismo tiempo Jesús fuera proclamado Hijo de Dios y se venerase a su padre humano. Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el gran Doctor de la Iglesia, escribió algunos siglos más tarde que había convenido en aquel tiempo quitar a san José del primer plano, para que “su derecho paterno [como padre nutricio] sobre el Redentor no oscureciera su origen del Padre eterno [es decir, la filiación de Jesús con Dios]”.

En definitiva, el primer milenio no favoreció la veneración de san José. Si bien muchos de los Padres de la Iglesia alababan a san José al hablar de la historia de la infancia de Jesús, esto no significaba que fuera realmente venerado.

Una segunda razón explica el olvido de san José. En los primeros siglos, durante la época de las grandes persecuciones contra los cristianos, la Iglesia sólo veneraba como santos a los mártires. María fue una excepción como “virgen perpetua” y “Madre de Dios” (dos de los primeros títulos oficiales de María). Esto cambió gradualmente a partir de la tolerancia del cristianismo con el emperador Constantino y su elevación a religión estatal con el emperador Teodosio. Los santos que no eran mártires, pero que dieron testimonio de Cristo de una manera especial a través de su santa forma de vida, comenzaron a ser venerados hasta hoy como “confesores”.


Für das heiligmäßige Leben des hl. Joseph wurde dann erst im hohen Mittelalter ein breiteres Interesse entfacht. Es war die Zeit, als die ersten Krippendarstellungen entstanden. In der Frömmigkeit der im hohen Mittelalter neugegründeten Bettelorden wie derjenigen der Dominikaner, Karmeliten und besonders der Franziskaner stand die Menschheit Jesu im Mittelpunkt (während man in den Jahrhunderten zuvor Christus oftmals als strengen Richter und als eher entrückte Herrschergestalt verehrt hatte). So rückte das Leben Jesu, besonders die Kindheitsgeschichte Jesu in den Mittelpunkt – und mit der Kindheitsgeschichte natürlich auch die Hl. Familie, Jesus, Maria und Joseph! Denn auch wenn die Heilige Schrift vom hl. Joseph kein einziges Wort überliefert, so ist die Weihnachtsgeschichte und die weitere Kindheitsgeschichte Jesu ohne den hl. Joseph, den Nährvater, Erzieher und Beschützer des Heilands, natürlich undenkbar! Besonders die Franziskaner verehren im hl. Joseph dann den demütigen, schlichten, einfachen und armen Arbeiter. Hier beginnt nun die eigentliche Geschichte der Josephsverehrung.

El número de apóstoles de la veneración de san José no ha dejado de crecer desde la alta y tardía Edad Media, y entre ellos encontramos a muchos grandes santos y teólogos, como santa Teresa de Ávila, la reformadora de la Orden Carmelita, san Francisco de Sales, el beato Bernardino de Siena y por último, pero no por ello menos importante, Jean Gerson. Este teólogo, influyente en toda Europa, ensalzó las virtudes de San José en muchos de sus escritos y defendió con firmeza que San José era un hombre joven y fuerte cuando se comprometió con María y no un anciano viejo y débil como se suele representar. Santa Teresa de Ávila, a partir de su propia experiencia, acuñó las palabras a menudo citadas hasta hoy: “Es seguro que toda gracia que se pida a San José será concedida”.

Así, la veneración del santo se extendió por toda Europa a partir de la Baja Edad Media. Varias diócesis lo eligieron como patrono y el emperador Leopoldo finalmente lo declaró patrono del Sacro Imperio Romano Germánico. Dado que las comunidades religiosas de carmelitas y franciscanos estuvieron a la vanguardia de la labor misionera en América, abrieron a san José un espacio cultural que desde entonces le profesa una devoción especial: México fue el primer reino que se consagró a san José, y muchas iglesias y ciudades de América Latina llevan su nombre.

Der eigentliche Siegeszug der Josephsverehrung beginnt jedoch erst im 19. Jahrhundert. Es waren vor allem die Päpste, die die Andacht zum hl. Joseph empfahlen. Der selige Papst Pius IX. erhob ihn in einer Zeit wachsender Verfolgungen der Kirche durch die säkularen europäischen Nationalstaaten 1870 zum Schutzpatron der heiligen Kirche. Leo XIII. verfasste dann das heute noch vielgebetete Gebet zum Hl. Joseph für die Kirche.

Even behind a shop window, St Joseph manages to somehow hide himself...

Nun haben wir einige Gründe gehört, warum die Verehrung des hl. Joseph sich erst spät durchsetzen konnte. Bedenkt man die hohe Stellung des hl. Joseph als des größten Heiligen nach der Muttergottes, fällt eine große Diskrepanz zwischen dieser hohen Stellung und der Ausbreitung seiner Verehrung auf. Im Verhältnis zu seiner einmaligen Heiligkeit betrachtet stand und steht die Verehrung des hl. Joseph immer noch deutlich hinter der vieler anderer Heiliger zurück! Vielleicht sagt aber genau das etwas über die besondere Heiligkeit des hl. Joseph aus. Denn seine demütige Zurückhaltung und Verborgenheit zeigt sich nicht nur in der Geschichte seiner Verehrung, sondern eben bereits in seinem irdischen Leben. In der hl. Schrift wird von ihm schließlich kein einziges Wort überliefert, er tritt voll und ganz zurück hinter Jesus und Maria. Vielleicht ist ebendies daher auch die „Botschaft“ des hl. Joseph: Diejenigen, die in den Augen Gottes groß und bedeutend sind, sind in den Augen der Welt klein und unbedeutend. Was viele Heilige gelehrt haben, hat der hl. Joseph wie kein anderer erfüllt: Heiligkeit ist in der Verborgenheit zu suchen! Der hl. Philipp Neri hat seinen geistlichen Kindern einmal empfohlen, dass sie danach streben sollen, von den Menschen nicht gekannt zu werden, dass sie „lieben sollen, unbekannt zu sein“ („amare nesciri“). Dies scheint der hl. Joseph am Reinsten von allen Heiligen vorgelebt zu haben. Er, der nach der Muttergottes die wichtigste Rolle innerhalb der Heilsgeschichte innehatte, blieb stets im Hintergrund.

Wenn der hl. Joseph seit einigen Jahren zunehmend aus seiner Verborgenheit heraustritt und von immer mehr Menschen gekannt, geliebt und verehrt wird, dann dürfen wir darin vielleicht den Beginn eines neuen Kapitels der Heilsgeschichte erkennen. Diese Vermutung bestätigt sich, wenn wir die Entwicklung der Marienverehrung bedenken: In den letzten Jahrhunderten hat sich die Marienfrömmigkeit intensiviert und die Muttergottes selbst hat in den letzten 200 Jahren durch vermehrte Erscheinungen bestätigt, dass dies der Wille Gottes ist. In Fátima empfahl sie der Welt ihr „unbeflecktes Herz“ als das „letzte Rettungsmittel“, das Gott der Menschheit schenkt. Die vermehrte Präsenz der Muttergottes im Leben der Kirche ist damit Ausdruck des Willens Gottes für die Endzeit. Gott hat es so angeordnet, dass die Bedeutung der Muttergottes in diesen letzten Zeiten zunimmt. Offenbar gehört dazu auch, dass nun jene „wahre Zeit des hl. Joseph“ angebrochen ist, die der hl. José Manyanet vor 150 Jahren vorausgesagt hat. Gerade in dieser Zeit der Krise erfüllt sich die Verheißung, die in dem Ausruf „Ite ad Joseph – Gehet alle zu Joseph“ liegt! So wie Joseph von Ägypten der Verwalter über die Nahrungsvorräte Ägyptens in Zeiten der siebenjährigen Hungersnot war, ist der hl. Joseph der Verwalter der geistlichen Rettungsmittel in den vielen Drangsalen unserer Zeit. Joseph von Ägypten hat die Völker des Orients vor dem Hungertod bewahrt. Der hl. Joseph wird uns, wenn wir uns ihm anvertrauen, vor Glaubensabfall, vor Trostlosigkeit und Verzweiflung bewahren. Gleichzeitig lehrt er uns, dass wahre Heiligkeit für uns darin besteht, uns ganz vom Geist der Welt freizumachen. Nach dem Vorbild der Hl. Familie von Nazareth lehrt er uns, in kleinen Zellen den Glauben zu bewahren und zu leben. Nach dem Vorbild der Flucht der Hl. Familie nach Ägypten lehrt er uns, auch in Verfolgungen standhaft zu bleiben und in solchen Widrigkeiten, Enttäuschungen und Nöten den Willen Gottes anzunehmen – „Denn das ist der Wille Gottes für Euch: Eure Heiligung“ (1 Thess 4,3).

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